Generación Netflix

viernes, 5 de abril de 2019


Esto de empezar a dibujar animales humanizados no sé cómo surgió pero no importa. Lo importante es que desde que me ha dado por dibujar siento que mi vida es un poco más completa. Humanizar no es fácil y en muchas ocasiones me siento tentada de dejar al pobre animalito en estado puro y quitarle todas mis tonterías de encima. Pero el caso es que entre el tiempo que paso pensando opciones y el tiempo que dedico a dibujar, editar y escribir estoy mucho más entretenida que hace un par de años.



Ovejita nace lentamente en estado puro para acabar siendo vilmente tuneada

El séptimo arte también roba gran parte de mi tiempo, de hecho, uno de mis planes favoritos siempre ha sido peli & manta, así como si fuera un pack. Y hace unos años, ir al videoclub entraba dentro de ese pack. Ver una peli de videoclub era casi algo sagrado por toda la expectación que lo precedía. Cada viernes iba para hacerme con un mínimo de 3 pelis, rezando para que todavía quedara alguna copia del estreno de turno, que me moría por ver durante el finde. Por supuesto no era raro que acabara devolviendo alguna con recargo e incluso sin haberla visto pero disfrutaba como una enana con todo aquel proceso que se creaba en torno a ir al videoclub.
El cine lo reservo para las pelis muy buenas, esas que hay que ver sí o sí en la gran pantalla, pero como más disfruto es a oscuras frente a una buena peli o serie, desde un sofá o mejor aún, una buena cama.

Cuando el contenido en streaming empezó a imponerse y los videoclubs a desaparecer, sorprendente e incomprensiblemente, el dueño del mío decidió invertir en reformarlo a lo bestia. Lo convirtió en un concept store de lujo, que redujo su oferta de cine a la mitad a cambio de ofrecer comida basura internacional a precios desorbitados, y todo ello en un marco muy acogedor, con acabados de lujo y una muy cuidada iluminación. Sin duda fue una apuesta muy arriesgada que por desgracia no acabó bien. Se veía venir. Incluso yo, gran defensora y amante fiel de los videoclubs, dejé de ir casi de un día para otro, más o menos tan pronto como cuando dejé que el que era mi novio compartiera su cuenta de Netflix conmigo y por supuesto, abriéndome mi propia cuenta tan pronto como lo dejé con él. Así de triste es. Sucumbí a la fría e impersonal plataforma en streaming favoreciendo así la ruina de mi maravilloso videoclub. El día que echó el cierre, una parte de mi vida y mis ilusiones murieron con él. Me entristeció profundamente pero no soy digna de poder quejarme.

Netflix es muy útil, no lo vamos a negar pero para mí no todo son ventajas. Al principio te inflas a ver lo que sea sin ton ni son, enganchado como una mosca a una torrija pero al final, tener tanto contenido a tu alcance, a cualquier hora y sin muchas historias previas, sabiendo que si no te gusta lo quitas y punto, le hace perder una magia muy especial. Es como cuando haces una foto con una cámara digital en vez de con una analógica, que se pierde una parte de magia por el camino que lo hace más especial.

Es un hecho que Netflix tiene tantas ventajas que algunos incluso lo usan para reconciliarse con sus parejas:




Pero yo soy de las que prefiere recibir un sobre cerrado, con su sello y tu nombre escrito a mano con la letra del que aún sigue enamorado de ti. Prefiero sentir el tacto del papel, el olor de la tinta, el peso de la carta e imaginar expectante e ilusionada su contenido, deseando encontrar ese momento perfecto para abrirla y poder disfrutar leyendo y releyendo algo así:




Ya no pago recargos pero tampoco me hace tanta ilusión ese momento peli. De hecho, incluso ya no veo tanto cine como antes, quizá porque ahora también disfruto dibujando, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que se ha perdido el valor de ver pelis al no arriesgar nada en la elección del título, al sacar el factor del trato humano de la ecuación, al no requerir ningún esfuerzo por nuestra parte y sí absoluta inmediatez...

Llevo meses amenazando a mi hijo con darme de baja de Netflix pero él, aunque también disfrutaba del ritual del videoclub, no se cansa de ver contenido en streaming a cualquier hora.
No creo que ninguno de los dos pertenezcamos a la generación Netflix... en todo caso mis posibles futuros nietos, pero sí creo que favorecer la desaparición de los videoclubs o dejar de escribir cartas de amor es tan lamentable como ponerle gafas 3D a una pieza de ganado. 




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